La sentencia: patrimonio de la sociedad

EDITORIAL

Hay hechos en la historia que superan a las organizaciones y sus expectativas. Todo lo que podamos describir en relación a ese día estará teñido por la subjetividad de quien lo narra y atravesado por sensaciones contradictorias de dolor y alegría.

Cada condena o cada absolución daba cuenta de un rostro, una historia y un nombre que se irían reconociendo en cada una de las más de 15.000 personas que estaban presentes. Algunas con los ojos húmedos, otras exultantes de emoción. El hecho fue histórico porque se estaba juzgando el mayor genocidio del siglo XX en el juicio más grande del país, después del de la Esma. Y la manifestación fue histórica por la multitud que acudió a escucharla.

Tapa-SJ057Con la lectura de la sentencia quedó demostrado que cada uno de los acusados es culpable de los hechos juzgados, y esto no es una cuestión de sensaciones ni de emociones, esto tiene que ver con un trabajo político que se viene realizando hace 40 años en cada uno de los espacios en que nos tocó desempeñarnos, en cada escuela, en cada joven a quien con paciencia y mucho compromiso fuimos acercando un pedacito de historia. Porque cada 24 de marzo donde se gritó «¡justicia!» tuvo un sentido democrático y cívico donde la sociedad se vio reflejada, y por eso ya no pedimos simplemente que nos acompañen. Desde ahora, ya no nos pertenece sólo a las organizaciones de derechos humanos. Para siempre, ese grito de justicia y el 24 de marzo son del pueblo.

Esta sentencia tuvo la capacidad de demostrar que no hubo «locas» en la plaza, que «los de los derechos humanos» no somos los que defendemos los derechos de los delincuentes, como quiso imponer el relato dominante. Esta sentencia dejó en claro que ese Estado que mató, secuestró y robó fue el verdadero terrorismo. Por eso quieren volver a hablar de «guerra sucia».  No hay ignorancia en ese discurso, hay una franca decisión de este gobierno de reflotar la teoría de los dos demonios.

Es por eso que las movilizaciones en la calle de un pueblo exultante de alegría y sin rencores vienen a subvertir un orden que se suponía iban a instaurar demorando juicios, quitando recursos, recusando jueces y desconociendo pactos internacionales. Pues no. No somos sólo las organizaciones de DDHH quienes no lo vamos a permitir, sólo seremos quienes acompañen a los sectores de la sociedad que se sientan empoderados de justicia.

Poner el foco en quienes manipulan los procesos democráticos permite entender la situación por la que está pasando nuestra región. Lo ocurrido en Brasil en estos días es la muestra más elocuente de las intenciones que tienen los grupos concentrados de poder, que son los mismos que fueron cómplices de las dictaduras de la región y que hoy recurren a herramientas «constitucionales» para dar un golpe de Estado.

Deberíamos estar atentos. Triunfos como los de la ejemplar sentencia que acabamos de festejar se podrían frustrar si distendemos el protagonismo de la unidad en las calles. Esto no fue el final de nada, fue sólo un empujón para continuar con las causas que siguen pendientes.

Pero como empujón… fue una fiesta para la democracia.

Nota publicada en la edición N° 57 del Será Justicia.